martes, 21 de julio de 2015

¡¡A LOS RICOS Y DIVINOS HELADOS!!


Mmm, helados... Qué ricos, y qué divinos si con ellos y a través de ellos podemos acercarnos a Dios, a su amor y al amor hacia los demás y hacia el mundo.

A este Reli-blog, y a quien en él escribe, le faltaría algo si llegara el verano y no se hablara en él de los helados, no sólo por lo que me gustan, sino porque los veo como algo apropiado para hablar de Dios y de sus cosas.
Mi camino, cuando publico un tema como éste, es imaginarlo y reflexionarlo primero, y luego no parar hasta encontrar pasajes bíblicos que se acerquen de alguna manera a lo que quiero decir, hasta encontrar esas imágenes que lo representen, y hasta encontrar, también, a gente que me ayude a asegurarme de que no voy descaminada y de que lo que estoy diciendo no es un disparate.

¿Le habrían gustado a Jesús en su época, o ahora?... No lo sé. Pero seguro que le servirían para parabolear sobre el Padre, sobre el Reino, sobre el amor a los demás, a uno mismo y a la naturaleza, o sobre la felicidad que Dios quiere para todos y para este mundo, o también sobre nuestra manera de relacionarnos con Él, como los ejemplos de estos vídeos.





Comer y saborear un helado, claro está que sin abusar, para los que nos gusta, es algo muy bueno; y en verano más.


Disfrutar de las cosa buenas de la vida es bueno, y si lo hacemos de buena manera, lo estaremos haciendo para dar gloria a Dios (1 Cor 10, 31), sintiendo y saboreando lo bueno, lo dulce, lo fresco... que es con nosotros (Sal 34, 8).
Él, además, ha creado todo lo necesario para llegar hasta un helado (Las vacas, la leche, las personas que lo elaboran...) y Él nos ha creado de manera que podamos saborearlo (La boca, las papilas gustativas de la lengua...). Se merece nuestro aplauso por ser tan creativo con éstas y muchas cosas más.
Por eso, no me es nada difícil imaginar a Jesús comiendo un helado, porque creo que Él está en nuestra piel, tanto cuanto disfrutamos como cuando sufrimos. Internet nos facilita imágenes que nos ayudan a ello.


Tampoco me es nada difícil pensar en Jesús pidiéndonos que seamos como un helado en la vida de los demás, no para que nos coman, sino para llevarles cosas buenas y alegría a sus vidas. Ser buenos con los demás también nos deja buen sabor de boca en el corazón y hace que el mundo tenga sabor a Dios, sabor a amor.
Nadie como Dios y nada como su amor le dan sabor a la vida (Papa Francisco).

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