El pasaje del Evangelio del domingo pasado nos habla de que el AMOR del Dios de Jesús, del Dios nuestro, no es agobiante ni fastidioso. No busca amargarnos la vida sino darnos VIDA. Y lo tenemos en nuestras manos.
A veces, las cargas nos las ponen los demás y a veces nos las ponemos nosotros mismos. A veces son cosas muy fuertes y serias, y a veces son tonterías.
Por ejemplo yo. Estoy muy agobiada porque Internet me falla en días y horas en que el servicio técnico está descansando y se va y viene, y me tiene estresada. Y yo me ofusco porque no puedo hacer mucho, como por ejemplo, publicar entradas en este blog.
Y Jesús me dice "¿Es ésta tu única manera de hablar de mí o de demostrar amor a los demás? Pues va a ser que te has impuesto tú misma una misión que se está convirtiendo en una carga, porque te amargas cuando falla. Aligera, aligera y busca otras maneras."
Pues eso. Ahí está siempre Jesús para liberarnos.
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